De dónde venimos...
domingo, 21 de septiembre de 2008 by Citopensis
Retumba el sonido de una carrera que acaba de comenzar. Ocurre en un pasillo con suelo de madera, en éste cada pisada se transforma en una pista para el que corre detrás de ti. Conoces el pasillo perfectamente, es tu casa y has vivido en ella toda tu vida. Aunque sabes dónde estás no entiendes que está pasando. En un principio parecía que estaba bromeando aunque él no suele hacer bromas.
- ¡No puedes esconderte!
Corres hacia la puerta, quieres salir de allí. Al llegar a ella ves que la llave esta puesta. Cuando intentas girar el pomo descubres que no puedes hacerlo. Piensas en la llave, quizá debes quitarla. Él ya esta cerca, no tienes tiempo, te giras y de nuevo empiezas a correr. Entras en la cocina y abres el cajón de los cubiertos... un cuchillo.
¿Y si es una broma?
- ¡Tengo un cuchillo! -lo levantas, ves como su punta queda delante de tus ojos - ¡aléjate!
Él da un paso al frente, te sonríe. En su cara el sudor forma pequeñas hileras que convergen en la barbilla. Desde ésta gotea hasta el suelo un viscoso zumo de odio.
- No tenias que haber visto nada... - toma un trozo de papel de cocina y se seca el sudor de la frente - ... yo no debería estar haciendo algo así pero gracias a tu error no tengo otro remedio.
- ¿Qué error? - estas gritando, la mano en la que tienes el cuchillo tiembla, no puedes evitar dejar caer un poco la muñeca - ¿de qué error hablas?
- Por tu culpa pagarán todos...
Vuelves a correr, rápido, todo lo rápido que puedes, quieres huir, sabes que no hay salida. Te diriges a la habitación de tu hijo, allí en el suelo hay un cuerpo, tu mitad, tu marido. Sientes un golpe en la nuca... antes de caer abres los ojos. Le miras. Está delante, con algo en la mano.
- Cuando empezó esto, tanto él - con la cabeza señala el cuerpo sin vida que está a pocos metros de ti - como yo sabíamos que la muerte era casi un hecho. Era un riesgo que debíamos asumir. Por ello siempre nos decían que al morir se encuentra la respuesta...
No puedes moverte, te duele la cabeza, se acaba el tiempo, ¿tu hijo?, ¿dónde está tu hijo?
- Lo curioso es que tú aún no sabes la puñetera pregunta...
Un fogonazo de luz, silencio, se cierran tus ojos. Ahora ves a tu marido. Te sonríe.
-¿De dónde venimos? – dice.
Pasos en un pasillo con suelo de madera, sonido de llaves, una puerta se abre... se cierra. Alguien desaparece.
- ¿Hacia dónde vamos? – piensas.
Y dejas de respirar.